La situación del Rock Subterráneo en 1986
Photo Credit To Dalmacia Ruiz-Rosas

La situación del Rock Subterráneo en 1986

Esta nota apareció en la revista Debate por voluntad especial de José Luis Sardón, entonces editor ejecutivo de dicha revista del grupo Apoyo. El artículo da cuenta de la situación del rock subterráneo en 1986. Yo había sido testigo del proceso debido a mi estrecha relación con las bandas que iniciaron la movida: Leuzemia, Narcosis, Guerrilla Urbana, Zcuela Cerrada y Autopsia. Y también por haber sido quien llevó a Leuzemia a la disquera El Virrey, en razón de mi contacto con el productor Wieland Kafka, a quien conocía por mi trabajo en la revista Oiga.

A la sazón Leuzemia no existía, a causa del alejamiento de Daniel F y al viaje a Europa de Leo Escoria. Y a las contradicciones entre ellos surgidas inmediatamente después de la publicación de su primer disco por El Virrey. Guerrilla Urbana había cambiado de nombre, pasando a llamarse Ataque Frontal, en respuesta a una visita de agentes de Seguridad del Estado a la casa de Jose Eduardo Matute, líder de dicha banda. Mientras tanto se afianzaban nuevas agrupaciones como Voz Propia y poco después -en el verano de 1987- apareció la maqueta de los 13 grupos (Eutanasia, Cesar N, Delirios Krónicos, Kaos, Eructo Maldonado, SdeM, Radicales, Yndeseables, Flema, Pánico, entre otros) cuando la movida ya se habia propagado -masivamente- por todos los barrios de Lima, la horrible.

Fue la etapa también de bandas como Sin Kura, PeruNoExiste, Luxuria, Psicosis, G-3, QEPD Carreño, Cardenales, Sor Obscena y aquellas de las jóvenes subterráneas: Empujón Brutal de María T-ta (Patricia Roncal), Salón Dadá  (luego Col Corazón, ambas de Támira Basallo). Las fotos son de la poeta Dalmacia Ruiz-Rosas, cuyo archivo debe ser -hoy por hoy- uno de los documentos fotográficos fundamentales de dicha época. Una época terrible y definitiva que marcó a toda nuestra generación.

Roger Santiváñez
Rock & Poesía

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Demolición
Por Roger Santivañez
Revista Debate, vol. viii, #40, setiembre 1986

Conocí a Daniel F., Leo Escoria, Kimba y Raúl Montañez en la casa de este último. Era agosto o setiembre de 1984. El conjunto LeuZEMia estaba completo, reunido allí, en la pequeña sala de la casa de los hermanos Ricardo y Raúl Montañez, quienes junto a Kilowatt –el antiguo cantante de Kola Rock—formaban una especie de célula rockanrolera en el populoso y “bravo” distrito del Rímac. Por aquel tiempo LeuZEMia ya había tocado en el concierto de la concha acústica del parque Salazar de Miraflores (mayo ’84) disonando frente a otras agrupaciones que interpretaban temas en inglés y haciendo corear al público injurias contra el orden establecido, lo que motivó la indignación de los organizadores. LeuZEMia fue prácticamente expulsado del concierto y se les comunicó que nunca jamás los volverían a invitar. Ya desde 1983 el nombre de LeuZEMia había corrido de boca en boca por todos los barrios de la ciudad y en los muros de las esquinas solitarias estaba pintarrajeado con spray, como una consigna maldita y negra. LeuZEMia podía leerse en Comas o en San Isidro. Eran sólo cuatro muchachos que querían hacer música. Así los conocí aquel frío sábado del 84, y enrumbamos hacia una cantina de la avenida Tarapacá donde me contaron que el grupo los fundó Daniel F. Con su hermano Kimba en la Unidad Vecinal de Mirones (por la avenida Colonial) el año 1978. Ambos se encerraban a tocar y a componer canciones. Luego apareció Leo Escoria y se plegó al grupo. Finalmente Raúl Montañez se integró para formar el cuarteto (en clásica formación de rockanrol). Fue la época de los conciertos: tocaban en diversos pueblos jóvenes, en los ya fenecidos “huecos” de la Caverna Rock del centro de Lima y en el Carnaby de Miraflores, también en escenarios universitarios o en salones comunales y/o parroquiales de barrio. Hasta aquí la historia vieja de LeuZEMia.

Los otros grupos

En alguna de aquellas reuniones callejeras fue que se comenzó a usar la palabra subterráneo para designar el rock que hacía LeuZEMia. Era subterráneo porque estaba en contra del orden establecido y porque se separaba del rock anterior. Era en realidad como una nueva fuerza que surgía desde abajo, desconocida y rebelde. De pronto Alfredo Rosell –director de la revista Ave Rock—organizó un concierto en que decía ATACA LIMA/ROCK SUBTERRANEO. Y allí prendió la cosa. Surgieron nuevos grupos alrededor de LeuZEMia. Ellos fueron Narcosis, Zcuela Cerrada, Autopsia y Guerrilla Urbana. El famoso concierto de la concha acústica del Parque Salazar (noviembre 85) desencadenó una ola de protestas de los conservadores de siempre, quienes vieron en los jóvenes músicos del rock subterráneo la personificación de Satán. Salieron las maquetas (cassette) de Narcosis cuya canción Sucio Policía fue el hit de la temporada. Luego la de los 4 grupos (LeuZEMia, Guerrilla, Zcuela y Autopsia) y la de Autopsia solo. Mientras tanto el estilo y la actitud de los subterráneos se extendía como una fiebre por toda la ciudad. Surgieron novísimos grupos como Excomulgados, S de M, Eutanasia y más recientemente Vox Propia, Descontrol ó G3. Es decir, la ola se propagó y anegó los barrios donde pronto aparecieron muchachos con casacas negras, los pantalones rotos y una cadena en el cinto. Allí fue donde empezaron los problemas: nadie quería ser ya subterráneo. El nombre se había maleado: bastaba que un par de patas se juntara, se rompiera la casaca en hiciera “bulla” con una guitarra y una batería, para que fuera rock subterráneo. El edificio se comenzó a desmoronar. Llevado y traído, el membrete dejó de ser simpático y de repente aquellos que antes reivindicaban el nombre, lo desecharon y lo quemaron. A todo esto LeuZEMia había grabado un disco larga duración en los estudios Virrey S.A. que generó una revuelta en el ambiente subterráneo porque no se entendía como un grupo radical y enemigo del orden establecido hubiera aceptado grabar para una disquera comercial. Hasta el momento la música de los grupos subterráneos solo había circulado en maquetas clandestinas (de poca difusión) gustadas por iniciados, amigos y simpatizantes. De pronto –a escala masiva—el disco de LeuZEMia se vendió como pan caliente por todo Lima, demostrando sólo la calidad y el carisma del grupo, así como la visión (así dicen los capitalistas) de un productor del Virrey S.A.

Un LP rompe a un movimiento

La aparición del disco de LeuZEMia fue una conmoción. Los integrantes del cuarteto se vieron de súbito elevados a la categoría de “estrellas” de la publicidad  y el periodismo. Sus vidas eran comentadas por los “fans”, quienes poco a poco se iban transformando en miembros de la cofradía subterránea. Pero allí fue donde se rompió la unidad. La “fama” destruyó la cohesión y la amistad de LeuZEMia. Cuando era un grupo clandestino, desconocido, cuyo nombre brillaba solitario en las paredes, las cuatro personalidades encajaban (“cuadraban” para decirlo en argot rockero) perfectamente. Daniel F. Fundador, cantante, guitarrista, motor. Leo Escoria, bajo, cantante, agitador. Raúl Montañez, primera guitarra, equilibrio y madurez. Kimba, baterista, espíritu callejero y deportivo. El Festival Rock en Río Rímac (que anualmente se realiza en la Av. Tarapacá cada verano) marcó en febrero de este año el alejamiento de Daniel F. de LeuZEMia. Hoy en día –hasta cierto punto distante del punkero ambiente limeño—mora entre los edificios de su hábitat en Mirones, visitado por novísimos subterráneos, que ven en él a una especie de gurú sin palabras. Tal vez formar y liderar un grupo que lo acompañe como solista, sea la mejor opción para Daniel F. Leo Escoria se marchó a Inglaterra pero no pudo ingresar a ese país. Hoy está en Italia completamente dedicado a la música. Antes de desaparecer de Lima, Escoria, Kimba & Montañez (a veces apoyados en la voz de Kilowatt Barraza) sostuvieron a LeuZEMia como trío. Las pasiones no se hicieron esperar con un fenómeno tan carismático como el de este grupo que hizo añicos el viejo y decadente rock de los grupos del 70 (y 60) enquistados en los medios de comunicación y producción disquera. LeuZEMia arrasó con todo. Sus conciertos eran verdaderos estados de exaltación, el “jale” del conjunto impactaba desde el primer instante en que los cuatro muchachos negros subían al escenario. Una legión de admiradores los seguía a todas partes. Y como la manzana prohibida de Adán y Eva, fue satanizado por los conservadores de siempre. A más “mala fama” más atractivo para los jóvenes y adolescentes de nuestra generación. El jale de lo prohibido fue lo que impulsó a W. Kafka de Industria El Virrey S.A. a mandarse con la grabación y difusión del disco. LeuZEMia pudo ser escuchado en la soledad de los gabinetes juveniles de decenas de muchachos en todo Lima. “Oirán Nuestra Voz“, “Crisis En La Gran Ciudad“, “Astalculo”, “Decapitados”, “Diarrea”, “Un Lugar”, “Rock Del Friolento”, “Extinción”, “Rata Sucia”, “Rock Para Intelectuales”, quedaron para siempre en el acetato. Testimonio de un tiempo de amor y destrucción. La fiebre subterránea se hizo irrefrenable. Para cumplir la profecía de que lo super-bello muere rápido, el conjunto desapareció, dejándonos el retrato musical de estos días de odio y lirismo lacerante. Como Los Saicos (su único antecedente histórico), LeuZEMia pasó a la memoria de los grandes grupos, mitificados por la imagen de sus presentaciones increíbles, que ya no volverán jamás.

Adios subte

Justo cuando el Movimiento Subterráneo comenzaba a tomar consistencia, las pasiones desencadenadas por el crack de LeuZEMia ahondaron las diferencias, quedando en la actualidad dos agrupaciones del añejo y original núcleo de subterráneos: Zcuela Cerrada y Ataque Frontal. Zcuela ha tenido su propia historia siempre liderada por Edwin, cantante, compositor e “intelectual” del rock. Ataque Frontal es lo que queda de LeuZEMia, Autopsia y Guerrilla Urbana. Son la vanguardia hardcore del rock actual. A estas alturas ya nadie quiere ser subterráneo. La utilización comercial del membrete ha motivado el rechazo de los sectores más lúcidos del joven rock peruano, quienes –en soledad—continúan su trabajo creativo en posición radical e intransigente. Por su lado los novísimos conjuntos como Vox Propia de Carlos Bowie y Ximena con Equis, G-3 (que tocan cada dos jueves en el No-Helden del jirón Chincha en el centro) quieren diferenciarse de los “grupos viejos” y están en pie de guerra. Quizá conjuntos como Kaos, Flema. Refugiados, Endeuda, Frustrados Sexuales, etc. reivindiquen lo subterráneo como una iracunda manera secreta de ritualizar la experiencia de barrio, baldío, guitarra tocada junto al poste de luz, y belleza de las nuevas chicas punkeras o ‘pankekitas’ que con su rojo fuego negro iluminan el hueco del recuerdo, allí donde nació LeuZEMia.

El rock nunca muere

Desde los lejanos días en que un chiquillo blanco llamado Elvis Presley, empezó a cantar rhythm blues (que era la música negra del campo norteamericano) y –siguiendo justamente una jerga negra—se le llamó rock and roll (hacer el amor), mucha agua ha corrido por los cauces de la música popular moderna. La fuerza original de rock hizo posible el surgimiento de super-grupos como los Beatles o los Rolling Stones que “agotaron” casi todas las posibilidades del Movimiento durante los años 60 y 70. Hasta el callejón sin salida de mediados de la década pasada, cuando el acid-rock, el jesus-freak, o el techno (para no hablar del disco) marcaban la decadencia de un sonido y una actitud que fue bandera de los terribles chicos de la generación del 60. Cuando ya todo parecía haber terminado para el rock, brotó, como una fuente espontánea de calles violentas y rebeldía, el punk con el grupo Sex Pistols, Syd Vicious y Johnny Rotten. El rock volvió a vivir. La refrescante procacidad y provocación del punk lo colocó en la picota de la sensibilidad reaccionaria. La censura y la persecución no se hicieron esperar. Las mentadas de madre a la Reina Isabel y otras lindezas por el estilo atrajeron a los jóvenes ‘subversivos’ de todo el mundo. El punk se propagó como un reguero de pólvora. Musicalmente se volvió al rock and roll sencillo, directo, duro, rápido de las épocas fundacionales (años 50). La renovación significó entonces ‘retomar las fuentes, los orígenes’. Difundido por los medios de comunicación de masas (radio/cine/video-clip) el rock (y el punk) prendió entre los muchachos de las ciudades de neón y antenas de TV de todo el mundo. Las bandas callejeras hicieron rugir sus motos, sus voces, y brillaron las casacas negras de cuero con remaches y brazaletes de acero, en la oscuridad de las noches inciertas. Actualmente son cada vez más los jóvenes que escogen el camino del rock para expresar su desacuerdo con el orden establecido. Una ideología vagamente anarquista y mucha rebeldía sustentan las posiciones del rock en Lima: Destruir, transformar, condenar radicalmente la hipocresía de esta sociedad, proponer la vida en una canción. Esa es la onda de quienes –ya sea en distritos proles o pitucos—se enfrentan al sistema, llegando en algunos casos a purgar detención como ha sucedido con integrantes de LeuZEMia, Excomulgados o Ataque Frontal. El rock –en el moderno movimiento de Lima—borra las diferencias de clase. Aunque es verdad que hay también grupos que reivindican su origen popular y esgrimen canciones como Muerete Pituco, contra los llamados pitupunks; ellos son el Antituco, el Omiso y SdeM. Aquí cabe señalar que con algunos de estos grupos (llamados suburbanos) ha colaborado con carteles y perfomance María Castro, pintora y actriz siempre atenta a los más joven, ultra y contestatario. Sería injusto no mencionar a Herbert Rodríguez, “escenógrafo” de casi todas las presentaciones del rock subterráneo.

La izquierda tradicional sigue considerando “música alienante” al rock, sin darse cuenta que dicho sonido ya hizo carne (hace más de 20 años) en el alma de decenas de miles de jóvenes urbanos, ‘destetados’ oyendo rock. La derecha conservadora simplemente se aterra con los subterráneos (aunque ya no existan) y más con el hardcore. ¿Qué quedará de todo este Movimiento? ¿Los jóvenes radicales de hoy en día serán los tranquilos pater-familiae del futuro? No hay futuro –dice el Punk. Sí hay futuro, contestan las tendencias positive. Pero mientras haya un corazón dispuesto a romperse de angustia callejera, habrá rock and roll. Bendito sea.

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About The Author

Roger Santiváñez

Poeta. Promotor del rock subterráneo. Representó a Leusemia ante El Virrey para la grabación de su primer disco en 1985. Especialista en poesia latinoamericana. Profesor en Temple University. Sus ultimos libros publicados son "Virtu" y la re-edición de "El Chico Que Se Declaraba Con La Mirada".

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8 Comments

  1. Avatar
    Kmot Bazo

    Una expreriencia directa y contundente. No le puedo reclamar ni criticar nada al gran Roger!!!!

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  2. Avatar
    Ruben Flagelo

    Una cosilla por aclarar: Perú No Existe fue un proyecto que vio la luz en 1995, y si bien habría sido un honor haber estado donde nos ubica el autor, lo cierto es que somo de una época posterior.

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