En estas últimas semanas, Radiohead volvió a alborotar el gallinero musical.
La vuelta de los de Ingleses, con su álbum A moon shaped pool no solo ha traído un sonido fresco, independiente y muy al estilo “Hazlo tú mismo” que ya nos tienen acostumbrados hace una buena cantidad de años.
Este nuevo disco también vuelve a cambiar las maneras de promocionar un álbum, en plena era de los Millenials (o de los nativos digitales), hay que tener en cuenta que este marketing diferente ya lo han hecho desde hace algunos años, con otros discos y canciones, como afirma Forbes México:
”Podría decirse que Radiohead ayudó a crear los cimientos para los estrenos discográficos no convencionales en la era de internet”.
Antes de explicar o interpretar la promoción de este nuevo disco, contemos algo de ellos: Thom Yorke, Jonny Greenwood, Ed O’Brien, Colin Greenwood y Phil Selway, se juntaron en 1987.
Su nombre se crea por una canción de los Talking Heads, que aparece en el álbum True Stories (Quizás sólo conoces Wild wild life).
Hasta hoy siguen juntos, quizás una de las pocas bandas que se respetan como personas y que son capaces de crear música, como amigos y artistas para una presentación o evento y promocionarlo sin egos, como una unidad y por supuesto crear obras de arte.
Ahora les contare mi historia personal con esta súper banda: Empiezo diciendo que “Creep” fue el inicio de mi historia con ellos (como fue para muchos), quedando enganchado con esa canción, dirigida a chicos y chicas veinteañeras (que algún día fuimos), con perfil depresivo.
Meses después ante tanta exposición de la canción en mención, surgió el empalago, la tirria, las ganas de no volverla a escucharla, es más, consideraba que el disco era “Creep” y las otras, no habían más singles, no había mejor música que te obligue a comprar el Pablo honey.
Hasta que salió “My Iron lung”, con el que deseaban borrar cualquier recuerdo que “Creep” haya dejado en el mundo. Con The Bends, los Radiohead me atraparon (a muchos que conozco también) con ese sonido que mezclaba en una misma canción, a unos Beatles a lo Abbey Road, como a unos Floyds del “Wish you where here”, que puede meterte en él Lo-fi más oscuro como llevarte al indie más agresivo.
Escuchar canciones tan deprimentes pero a la vez luminosas como “Fake plastic tree” o “High and dry” te invitan a otro tipo de viaje y eso era lo que querían Yorke y compañía, que cambiemos y nos volvamos… ¡¡¡en marcianos!!!
Lo que vino después fue emocionante, cuando me compré el OK Computer salte como un niño al llegar la Navidad, tener su nuevo CD era lo mejor: Era único, raro, un álbum creado por extraterrestres, simplemente era música para escuchar en la Luna o en las ruinas de un mundo acabado, con una crítica a los medios digitales y al consumismo, que empezaba a surgir en la sociedad.
Así era el “OK Computer” desde un inicio como turbina de nave espacial con “Airbag” y la voz de Yorke diciéndonos que “Está de vuelta para salvar el universo”.
Con “OK Computer”, mi fanatismo por los Radiohead llego al clímax, eran increíbles, por un momento olvide el britpop de la época y me adentre en esos raros scratches, quiebres, y canciones como “Paranoid Android”, “Let Down”, “Subterranean Homesick Alien”, “Karma Police” y todo el disco, que me llevo a buscar los sonidos de DJ Shadow, Mogwai, Sigur Rós, Low, a buscar el “Bitches Brew” de Miles Davis (sólo porque Yorke lo mencionaba) o hasta ya no ver tan raro, ser fan de Bjork (me volví más). Mi oído cambio y agradezco a Radiohead por esa madurez auditiva.
Pero todo romance acaba en algún momento y mi fanatismo de esperar con ansias alguno de los discos del quinteto, acabo con In rainbows ya no buscaba conseguirme sus compactos de manera formal, lo que podía lo bajaba o lo escuchaba vía streaming, para esa época pensaba que “hay que tener su último disco, porque son los Radiohead”, porque siempre será cool escuchar algo de ellos.
Hasta que llegó este 2016, a este momento de A moon shaped pool. ¿Pero qué sucedió entonces? ¿En qué momento sentí que volvieron a ser como antes?
Primero que nada como docente en marketing, me capturó su estrategia para llamar la atención de sus fans (y críticos), una jugada maestra fue borrar todo indicio de su existencia en internet, limpiar cualquier búsqueda, hace que hasta el más escéptico voltee la mirada a ver qué pasa.
Empezaron las especulaciones, toda acción lleva a una reacción y eso originó, obviamente bien manejada y dirigida primero a sus fans. La campaña incluía el envió de postales a sus fans.
Las expectativa fue tal que hasta hubieron algunos que apostaron que los Radiohead aún no sacaban su disco y tuvieron que comérselo a Yorke (literalmente hablando, obviamente).
Eating Thom Yorke
Eating a photo of Thom Yorke
Y es así que quedé enganchado a esta nueva manera de promocionar un disco.
Yo soy de esa generación que escuchaba en la radio una canción o quizás dos, leía reseñas de álbumes en revistas y luego buscaba el cd en las tiendas (que no eran muchas) para escuchar completo uno de los nuevos lanzamientos de Radiohead, pues hoy Yorke y compañía, siguen en la línea de promocionar sus trabajos de una manera distinta al resto.
Atrapado por las primeras imágenes de “Burn the witch” con imágenes de dibujos para niños pero evocando una película tan extraña como The wicker man y en clave infantil:
Radiohead – Burn The Witch
Suficiente para explotar mi cabeza nuevamente, suficiente para volverme fan (como un niño) de los Radiohead nuevamente.
Un recuerdo de la noche de Mac Demarco (@MslDemarco) en Lima:
"Chamber of Reflection" => https://t.co/8BE4SUEcGW— Subte Rock (@subterock) January 24, 2016
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